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miércoles, 3 de octubre de 2007

Carta a Diario de Burgos

Burgos: Cero en Geografía e Historia

Hablemos de Geografía.
¿Sabe alguien dónde está Treviño? Menuda tontería, pensará el lector. Eso todo el mundo lo sabe. ¿Seguro?
Quizás en el I Salón Inmobiliario de la Plaza San Juan más de un expositor (Grupo Pinar o Arranz Acinas) no quieren saber que Treviño es Burgos y sus grandes carteles nos lo sitúan en el País Vasco.
Dudaremos de si Treviño es Burgos o no leyendo Diario de Burgos. Atendiendo al gráfico de la página 31 en su artículo “10 años sin autovía del Duero” del lunes 1 de Octubre tal vez Treviño es “Trebiño” ya que lo sitúa nuevamente en el País Vasco. Sin embargo leyendo la previsión diaria del tiempo Treviño si que aparece. Vamos, Treviño en los gráficos del Diario se asemeja para nuestra desgracia muy a menudo al Guadiana.
Pero el problema no solo radica en si “es o no es”. Hay otros como Radio Arlanzón que nos advierten que efectivamente Treviño “si que es Burgos”, pero lo situa “a ojo” muy al norte. Y si no visiten los iconitos de portada de su página web. Se lo he advertido vía email al administrador de la web un par de veces. La primera vez conseguí que por fin apareciera. Esta vez creo que su correcta ubicación no es un tema lo suficientemente importante para él.

Hablemos de nuestra Cultura.
Pero ese pasotismo lo podemos trasladar igualmente a la cultura. Con razón se está dando mucho bombo a la Tizona (gracias, un millón de gracias a quien nos la ha traído) pero todos parecen obviar otro de los tesoros de nuestra cultura: “la Teja”. ¿La Teja? ¿Pero de qué estoy hablando?. De una teja escrita… Mejor no lo explico. Por favor, vuelvan a visitar la exquisita exposición del Cid y resérvenle unos minutos a la “teja esa” que ni saben lo que es. Eso si, pregunten, claro, porque la exposición ha olvidado ofrecer una explicación escrita a todo aquel que simplemente hace la visita de cortesía.

Y si unimos la Geografía con la Cultura, cero para todos. ¿Alguien me puede decir algo de Taranco de mena o de Valpuesta? Yo les pregunto… ¿Por qué pese a su gran importancia NO aparece en ningún libro de historia? ¿Por qué nadie quiere poner a estos dos enclaves en el pedestal que se merecen?

Otro día les cuento lo de la Teja…

Publicado en Diario de Burgos el 3 de octubre de 2007 en la sección de Cartas al Diario

viernes, 24 de agosto de 2007

La teja de Villamartín de Sotoscueva

El Poema de Fernán González, escrito en el XIII, dos siglos y medio después de la muerte del Conde, por un monje del otrora poderoso monasterio de San Pedro de Arlanza, arruinado por la Desamortización, sobrevive en un manuscrito tardío, copia de cipias, celosamente custodiado en la biblioteca de El Escorial. Por allá y por aquí presenta mutilaciones y desgarraduras. Los estragos del tiempo, suele decirse; hablando con propiedad, el desastre de los hombres. Ciertos vacíos se suponen de oficio; otros no tanto. Monsergas eruditas al margen, al Poema, y que me perdonen los ángeles tutelares de la filología, le sientan de maravilla esas lanzadas: la férrea salud de sus versos no se resiente y, al contrario, legitiman de rudeza sus verídicas fantasías. Intactos perderían aroma; incólumes, quizás sonasen a falso.

Merindad de Sotoscueva, decía. Recién vencido el alto de la ermita de San Bernabé, a mano derecha de la carretera parte el ramal que discurre por medio de un encinar. El trayecto es bien corto y se quisiera algo más largo, engalanado hoy el bosque por los vacilantes conatos de una primavera engañosa y todavía con barruntos de ventisqueras. Villamartín se descubre de golpe, tendido a media ladera, al abrigo de una campa y en la solana, con una ermita tímida u reservada, casi de cuento, en posición de vigía.

Es la ermita de Santa Marina, ermita románica y arrodillada, con aires de fortaleza y ventanucos mínimos, mitad saeteras, mitad lucernas, con el nombre grabado a cincel en las piedras del portalón y una corneja sobrevolándonos. Un perro mohíno se aleja en silencio; ni siquiera gruñe, escarmentado sin duda en las razones de gruesas estacas, aunque luego, tierra por medio, se vuelva y nos ladre. Casonas amplias, de piedra suelta, con cercas y balconadas. Muchas cerradas, pero en buen estado de conservación; pocas abiertas, siete u ocho, no llegarán a diez; dos en obras, con los albañiles –de Villarcayo- afanados en la tarea: "no nos queda otra, tenemos que aprovechar estos días de claro, entre marzo y noviembre hay menos distancia de lo que el calendario reza". En cuanto amago un par de preguntas me remiten a Pauli, "él sabrá, vive allí, donde se acaba el pueblo".

Había pasado por este lugar hacía años, con prisas y sin reparar, cuando la suerte de Villamartín de Sotoscueva pintaba de recios bastos. Alguien me dijo entonces que en sus buenos tiempos, tiempos cercanos, los vecinos del pueblo sumaban más de doscientos, en su mayoría ganaderos, pero que la emigración de las décadas malditas, las del desrrollismo y los albores de la democracia, dejó en cuadro las casas y plantó las raíces de la soledad en sus calles con las malas hierbas y los zarzales borrando las veredas del monte. "Resistirán, a lo sumo, diez o doce personas"; únicamente atisbé dos ancianos, recelosos y ausentes, deambulantes tristes. Y me pasó inadvertida la ermita de Santa Marina. Qué extraño; bien sabe Dios (y hasta lo sabe el Demonio) que las ermitas, los oratorios y las iglesias rurales siempre, siempre, me apasionaron. Quién sabe, caminaría distraído.

-No, no fue en la ermita –me dice Pauli-, fue en casa de Nicanor, de Nicanor o de Santa Marina, aquí la conocíamos por las dos señas, habría pertenecido al ermitaño y luego a Nicanor, la de abajo, pero no donde mira, hombre, la de aquellos restos, en el zarzal mismamente; era como todas, ni pequeña ni grande, de dos plantas, se vendría al suelo por el comienzo de los ochenta, con Nicanor requetemuerto y el hijo ya de años en Bilbao, bien colocado, creo, él fue quien dio con la teja.

La teja de Fernán González; sin exageraciones: un milagro y, de paso, un guiño al afán rastreador de los investigadores, ratas de biblioteca y polillas de archivo, promoción tras promoción empeñados en escudriñar las primitivas huellas de tan venerable monumento de la épica castellana, el latido siquiera de los estadios anteriores a la versión conservada.

(…) Un jeme de ancho por la parte del centro, dos jemes de largo: tales se revelan las medidas de la teja, lamentablemente amputada por los bordes superiores. Presenta quince versos, quince versos del Poema de Fernán González, copiados en letrería de albalá y notarialmente sancionados por firma y cuño, como si se tratara de la primera piedra, o la última teja, de la dicha ermita, certificado de obra. Quince versos, decía; éstos, según la pulcra transcripción paleográfica de José Hernández Pérez, su atinado estudioso:


… de fuera s(o) rráyda
…seste que fues la tu mesurra
que tornase la rrueda que…
…castelanos pasad(o a) grant rrencura
con las gentes paganas fu…
(Se)ñor tu que libresste a daujd del leon
mateste al fillisteo un soberbioso (on)
…allos jodios del rrey de babillon
saca anos y libra desta tribulacion.
Señor que entre los sabios valiste a catalina
Y de muerte libreste a et…
(al) dragon destruxiste dela virgen marina
tu da a nuestras plagas la santa melecina.
……………………….
Tu libreste a danj(el) de (en)tre los leones
Libreste san mateo delos fieros (dra)o gones
Tu saca anos…


Los versos de la teja se localizan en dos momentos del Poema y, en consonancia con el lugar sagrado del que proceden, revelan fragmentos de sendas plegarias. Las tres últimas estrofas cierran el largo lamento de la introducción, la hecatombe de la España visigoda y la vaporosa existencia de Castilla, acosada de incertidumbres y con los castellanos viejos reducidos a los riscos más inaccesibles de la montaña. En la versión del monje arlantino, bien conservada al particular, rezan así, con bíblica desesperación:


Señor que entre los sabios valiste a Catalina,
e de muerte libreste a Ester la reina,
e del dragon libreste a la virgen Marina
tu da a nuestras llagas conorte e medicina.
Señor, tu que libreste a David del leon,
mateste al Filisteo, un sobevio varon,
quiteste a los jodios del rey de Babillon,
saca nos e libra nos de tal cruel presion.
Tu que librest’Susana de los falsos varones,
saqueste a Daniel de entre los leones,
libreste a San Matheo de os fieros dragones,
libra nos tu, Señor, d’aquestas tentaciones.


A su vez, la primera recoge la angustia del propio Fernán González, "mozo" (que) "iva… las cosas entendiendo". Ocupan la parte más deteriorada de la teja, milagro sobre milagro:


Señor, ya tiempo era, si fuesse tu mesura,
que mudasses la rueda, que anda a la ventura:
assaz an castellanos passada de rencura,
gentes nunca pasaron atan mala ventura.

Los designios del Señor resultan inescrutables. También los de la investigación: lo que miles y miles de fatigados infolios negaban, hételo rasgueado sobre la faz de una teja. Los versos más antiguos de tan solariego cantar de gesta. Una teja, durante siglos y siglos, combatida por los fríos del Norte, meses y meses de nieve, el mordisco del hielo, el estilete de los carámbanos. Siete centurias, siete, se dice pronto. Setenta décadas por montera en la casa del ermitaño de Santa Marina. Y su provindencial salvador aún apilaba las dichas tejas para reutilizarlas, como en efecto hizo con las restantes, en feliz hora apartada la de los garabatos que no se entendían. Material duradero propagandean al presente de cualquier alifafe que se mantenga sin goterones al cabo de una cualquiera de nuestras efímeras modas. Material duradero; cosas oiredes, amigo Sancho.


Recogido de Siete lugares (Tierras adentro), Gonzalo Santonja. Valladolid, Ámbito, 2002

lunes, 23 de julio de 2007

La Teja de Villamartín de Sotoscueva (Burgos): Los versos más antiguos del Poema de Fernán González

Estudio introductorio sobre la Teja de Villamartín de Sotoscueva avalado por el Instituto de la Lengua.

Esta valiosa y singular teja añade por sí sola una página a la historia de la literatura y la cultura española. El texto data del siglo XIV, grabado en escritura gótica cursiva y contiene diversas estrofas del Poema de Fernán González.

Título: La Teja de Villamartín de Sotoscueva (Burgos): Los versos más antiguos del Poema de Fernán González.
Autor: Isabel Velázquez.
Ilustraciónportada: Adolfo Calleja.
Edita: Instituto de la Lengua.
Colección: Beltenebros Minor. Avances, 5.
Imprime: Gráficas Ceyde (Segovia)
Dimensiones: 11 x 16,5 cm
Num. Páginas: 72
Encuadernación: Rústica grapada
Impresión: portada a dos colores e interior en B/N
Fecha: Se termina de imprimir el 18 de abril de 2006.

miércoles, 26 de abril de 2006

Desagravio: La teja con versos del Poema de Fernán González se expone en el castillo de Fuensaldaña y no en la provincia de Burgos

El castillo de Fuensaldaña expondrá hasta el mes de junio una teja guardada en la ermita de Santa Marina, de Villamartín de Sotoscueva (pedanía de la Merindad de Sotoscueva). La singularidad de la pieza, de 38x23 centímetros, viene dada por las inscripciones que acoge. «Se trata de dos plegarias pertenecientes al 'Poema de Fernán González'. Una de ellas es un lamento por la hecatombe del reino visigodo, y el segundo, de menos versos, es una plegaria de la soledad que siente Fernán González», cuenta Gonzalo Santonja, quien publicó una transcripción aproximada en el libro 'Siete lugares' (Ámbito).

La teja fue hallada en 1960 en Villamartín de Sotoscueva, al norte de Burgos, en un hueco del suelo de la cocina de una casa tapado con una losa, que tradicionalmente se conoce como "secreta", y está "prodigiosamente bien conservada". La teja está escrita con "mentalidad tradicional", con unos versos "absolutamente medievales".

Este singular soporte reconstruye cuatro versos del Poema de Fernán González que narra la vida de quien fue el primer Conde Independiente de Castilla, nacido en 916 y fallecido en 970.
Los versos de teja están escritos en castellano antiguo y aportan información desconocida acerca del poema, redactado entre 1250 y 1256 y atribuido a un monje de San Pedro de Arlanza.

Transcripción exacta
«Hay muchas piezas así, tengo catalogadas 53. Pero esta es especialmente curiosa pues conserva el sello del alfar y las inscripciones son muy valiosas». Actualmente está haciendo una transcripción exacta la profesora Isabel Velázquez, que además cotejará su relación con el 'Poema' original, que se conserva en El Escorial. «Siempre estamos con que hay que cuidar y mantener el patrimonio, que es una obligación de las instituciones. Sin embargo este es un claro caso de cuidado por parte de unos particulares. La teja la guardan los descendientes del ermitaño de la Ermita de Santa Marina, de Villamartín. Y durante años la han conservado con gran esmero».