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martes, 9 de julio de 2013

Cartel de la representación teatral "El Conde Fernán González" de Lope de Vega

 
Los próximos 19 y 20 de julio de 2013 a las diez y media de la noche el Monasterio de San Pedro de Arlanza (Burgos) acogerá de nuevo la representación teatral "El Conde Fernán González".
La Organización corre de manos de Tierra de Lara y la obra está basada en los textos de Lope de Vega.

La entrada tiene un coste de 6 euros y puede adquirirse en
  • Hortigüela: Bar Guerrero y Taberna Moruga
  • Covarrubias: Oficina de Turismo
  • Salas de los Infantes: Museo de los Dinosaurios
  • Burgos: Bar Restaurante Carmen (C/ Vitoria, 191) y Bar el Pueblo (C/ La Puebla, 3)

sábado, 1 de septiembre de 2012

Fernán González y el nacimiento de Castilla

Como aficionado a la historia y como castellano, siempre me ha atraído la leyenda o historia del nacimiento de Castilla como nación y por tanto la figura del conde Fernán González, primer conde independiente de Castilla, comienzo con esta leyenda la primera de las leyendas castellanas.

Si hay algo en lo que todos los reyes del mundo han perdido el tiempo, aunque tuviesen otras cosas más importantes que hacer, ha sido a través de la historia, el ir de caza, no les ha importado nada con tal de caprichosamente matar animales indefensos, no crítico con esto la caza que se hace de forma lógica y controlada o como ocurre en ciertos pueblos, como una necesidad de supervivencia, pero si el capricho de la caza por la caza, por ejemplo la salvajada de matar elefantes u osos por capricho.


Es por uno de estos caprichos por el cual, nace Castilla como país independiente, según cuenta la leyenda el rey de León invito a una jornada de caza al conde de Castilla, Fernán González, el cual se presentó a la misma sobre un magnifico caballo y un azor que tampoco desmerecía en la práctica de la cetrería, de ambos animales quedo prendado el rey de León, como todos los reyes, caprichoso, se ofreció a comprárselos de manera tozuda al conde Fernán González, el rey se negó a que el conde se lo regalase, al final ambos acordaron un precio ridículo por ambos animales, en plan casi chulesco, el rey prometió ante el resto de nobles y caballeros que por cada día que pasase doblaría el importe de lo acordado, pensando que siempre sería una cantidad igualmente ridícula, por lo cual tampoco puso empeño en saldar la misma.  El conde dejo pasar el tiempo sin dejar de hacer cuentas.

1 día: 1 libra
2 días: 2 libras
3 días: 4 libras
4 días: 8 libras
5 días: 16 libras
6 días: 32 libras, o sea  que al sexto día iba ya por más de arroba.
7 días: 64 libras
8 días: 128 libras
9 días: 256 libras
10 días: 512 libras, al décimo día ya eran más de veinte arrobas.
11 días: 1024 libras.
12 días: 2048 libras
13 días: 4096 libras
14 días: 8192 libras
15 días: 16384 libras, igual a 655 arrobas…

Y así llego hasta el punto en que Fernán González vio que el valor de la deuda era infinito y fue entonces cuando fue a reclamarle la deuda al rey de León, que avergonzado de su torpeza y desidia le pregunto que de forma podía saldar la deuda pues no había riquezas en todo el reino para hacer frente a la misma, Fernán González se conformó con la independencia de la tierra que ya controlaba, nació así Castilla como Estado independiente.

Autor:  Paco Arenas 
Referencia: http://pinarejorepublicaindependiente.blogspot.com.es/2012/08/fernan-gonzalez-y-el-nacimiento-de.html

lunes, 23 de enero de 2012

La leyenda de las Navas de Tolosa o cómo los cristianos muertos reclamaron a los vivos

En las Navas, casi todas las fuerzas hispanas se unieron en una empresa que sentían como propia. Muchos derramaron su sangre en aquel empeño. Otros lo dieron todo, aunque no tenían sangre que derramar; eso, al menos, dice la leyenda.

Este año se conmemora el ochocientos aniversario de la batalla de las Navas de Tolosa. Decisiva donde las haya, tuvo lugar a comienzos del siglo XIII, y selló el destino de la Reconquista al poner Andalucía al alcance de las monarquías cristianas.

La batalla de las Navas de Tolosa fue el principio del fin de la presencia islámica en España. Apenas unos años después, Fernando III conquistaría el feraz valle del Guadalquivir, reduciendo la presencia musulmana en la península a poco más que al reino nazarí granadino. Las distintas Coronas hispánicas, con excepción de León, prestaron su concurso en tal alta ocasión, pues el rey Alfonso IX dudaba antes de comprometerse en la empresa.

Tenía ciertas querellas con Castilla, por la que no sentía un especial afecto pese a que se había casado con una princesa castellana, doña Berenguela, hija del rey de Castilla Alfonso VIII. Desde el inicio de su reinado comenzó un conflicto que no mermaría a lo largo de los años; el castellano ocupó algunas plazas de León que no le correspondían y Alfonso IX solo aguardaba la posibilidad de recuperarlas. Esta era la razón por la que estaba considerando su participación en la campaña contra los almohades.

Si Castilla era derrotada, León también sufriría el fortalecimiento musulmán. Aunque se había extendido por el sur hasta Extremadura, conquistándola en su práctica totalidad, si Castilla vencía, se volvería demasiado poderosa como para detenerla, y León quedaría encajonado. Pero existía una posibilidad: mientras Castilla peleaba, él recuperaría las plazas que Alfonso VIII le había quitado y que le correspondían.

Cadavéricos corceles
En esas estaba el rey leonés. Calculando si participar o no. Por lo que sabemos, Alfonso IX no participó en esa magna cruzada que fueron las Navas. Sin embargo, la leyenda popular matiza esta historia, pues desde tiempo inmemorial circulan consejas por la España castellana y leonesa que cuentan una historia estremecedora sobre algo que sucedió por aquellos días, los del verano de 1212.

Se hallaba el rey una oscura noche en la iglesia de San Isidoro. En el calmo cielo estival, de pronto, un gran estruendo rasgó el silencio de la capital leonesa, como si un gran ejército estuviese cruzando las calles de la ciudad. Resonaba un sacudir de arreos y un entrechocar de armas, y podían oírse los cascos de los caballos contra las piedras, y los bufidos de los animales, entrecortados, por todos lados.

Algunos leoneses salieron de sus casas al oír el ruido. Otros lo hicieron convocados por los sordos golpes sobre la madera de sus puertas. Todos vieron lo mismo: un fantasmal ejército perfectamente pertrechado, que los incitaba a tomar las armas contra el enemigo de Cristo, un enemigo que venía aterrorizándolos desde hacía siglos. Era aquel un ejército de caballeros cristianos muertos, caídos en la lucha contra los musulmanes en el último medio milenio, que se habían levantado de sus tumbas para despertar el sentido del honor y el orgullo de aquellos leoneses que iban a abstenerse de participar en la lucha.

En la penumbra, Alfonso IX pudo escuchar con nitidez cómo la hueste se acercaba a la iglesia. Los pasos cada vez resonaban más próximos a San Isidoro. Unos golpes secos, rotundos, cayeron como mazazos sobre el portón del templo. Cuando, ante la insistencia de los llegados, se decidió a abrir la puerta, el monarca vio estupefacto a los fantasmas de Rodrigo Díaz de Vivar y de Fernán González dirigiendo un espectral ejército a caballo, que reclamaba su compromiso. Los seguían los viejos guerreros caídos en combate, desde Covadonga hasta la fecha, que cabalgaban sobre cadavéricos corceles, leales en la muerte como habían sido en vida.

Dice la leyenda que los muertos habían venido para reclamar a los vivos. Y que los muertos marcharían a la batalla, de todos modos. Y más en sustitución de quienes no habían de acudir en auxilio de las tropas cristianas.

Un pastor desconocido
Resulta algo extraño, desde luego, que en los relatos de las Navas se haya venido insistiendo en la existencia de un pastor que guio a los numéricamente inferiores ejércitos cristianos por un desfiladero que nadie conocía, lo que les proporcionó una innegable ventaja. Quién fuera nadie lo sabe, pues una vez cumplida su misión el pastor se desvaneció y no volvió a oírse palabra alguna acerca de él.

En cuanto a la batalla en sí, no es menos curioso que el arzobispo de Toledo -y amigo personal de Alfonso VIII- Ximénez de Rada, quien fuera testigo presencial de la batalla, explicara que el combate se desarrolló en medio de una fenomenal polvareda en la que apenas podían distinguirse unos de otros y que, tras la batalla, sobre el campo quedaron muchos más cadáveres musulmanes que cristianos. Según el testimonio de Ximénez de Rada, entre los miles de moros caídos había muchos cuyos cuerpos se encontraban horriblemente mutilados y despedazados, pero sin que pudiera hallarse en ellos rastro alguno de sangre.

Autor: Fernando Paz
Referencia: http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/cultura/leyenda-navas-tolosa-o-los-cristianos-muertos-reclamaron-los-vivos-20120120

viernes, 15 de julio de 2011

VASQUEVANAS - el cortometraje de Silberius de Ura

El cortometraje se basa en una reinterpretación de la Leyenda medieval de Vasquevanas, según la cual, el Conde Fernán González (siglo X), se lanza por la frondosidad de Vasquevanas (Arlanza) en persecución de un jabalí, consiguiendo acorralarle en la Cueva de San Pedro, donde habita el eremita Pelayo, que le vaticina que será Conde de Castilla.

La reintrepretación es mucho más fantástica, buscando un tono épico y aumentando el caracter legendario del Conde Fernán González.

Está rodado íntegramente en los mismos lugares donde la leyenda medieval sitúa los acontecimientos. Los personajes también son los mismos, pero jugando un rol diferente.


VASQUEVANAS - Cortometraje from Silberius de Ura on Vimeo.

Grabado con NEX vg10 · Sólo iluminación natural · Micrófono de la propia cámara · Voz en off grabada en estudio

Autor:  Silberius de Ura
fuente: http://vimeo.com/24040634

sábado, 9 de julio de 2011

La profecía de Basquevanas

Uno de los más interesantes restos escritos, del monasterio, que ha llegado hasta nuestros días, es el poema épico de Fernán González. El poema, escrito muy probablemente por un monje de Arlanza, apunta interesantes datos sobre el conde y sus hazañas, descritos entre el mito y la realidad histórica. En él se describen curiosos episodios como el que se refiere a la fundación del monasterio de Arlanza.

Cuenta la leyenda que salió el joven Fernán González, cuando aún no poseía el titulo de Conde, de caza por los montes de basquevanas (sabinares de Arlanza) desde su fortaleza en el castillo de Lara. En un momento de la montería quedó separado de sus acompañantes y, viéndose sorprendido por un jabalí, trató de refugiarse en una de las abundantes cuevas que jalonan las peñas cercanas al Arlanza. Resultó estar habitada por el santo eremita Pelayo con quien pronto estableció una agradable conversación.
Tan grata le resultó la compañía del santo que decidió pasar la noche en la cueva conversando con él. Pelayo, que poseía facultades visionarias y de adivinación le profetizó que llegaría a ser un justo y buen Conde y que vencería en renombradas batallas a los moros {profecía de basquevanas). Fernán González, emocionado por aquellas palabras, prometió al Santo la fundación de un convento para el culto si tales augurios llegaban a cumplirse.

Pasados los años, todas las palabras que le vaticinara el anacoreta se hicieron realidad y Fernán González cumplió su promesa levantando primero la ermita de San Pelayo, para ordenar posteriormente la construcción del monasterio de San Pedro de Arlanza, donde eligió ser enterrado a su muerte.

Autor:  mielarlanza.com
Fuente: http://www.mielarlanza.com/es/contenido/?iddoc=52

martes, 24 de mayo de 2011

El creador alado de Castilla se hace contorsionista



Siempre he admirado al azor (Accipiter gentilis) por su poderío y belleza, pero también por el simbolismo de una portentosa rapaz forestal a la que una legendaria historia relaciona con el nacimiento de Castilla. Que me corrijan Arsenio y Nacho Escolar, autores de La nación inventada, pero como cuenta con toda la épica del momento el Poema de Fernán González, el “buen conde” logró la independencia de Castilla al venderle al rey leonés Sancho el Craso tan magnífico pájaro. Le entregó ave y caballo por una cantidad irrisoria, pero advirtiéndole que por cada día que pasara debería doblar la cifra. El rey olvidó la deuda y cuando, siete años después, quiso pagarle, la cifra era exorbitante, así que a cambio aceptó a conceder la independencia al rebelde condado castellano.

Pero eso es historia. La realidad actual es que el azor se ha recuperado de la persecución que durante siglos hicieron de él cetreros, cazadores y pajareros varios en una Castilla terriblemente deforestada donde le era difícil encontrar territorio. Por suerte, en las últimas décadas sus poblaciones han mejorado. Los bosques van a más, los pueblos a menos, y esta prodigiosa ave rapaz ha sabido prosperar a costa de nuestro abandono del campo y, también hay que reconocerlo, gracias a nuestro mayor respeto por la naturaleza.

El último censo nacional de aves rapaces forestales, recientemente realizado por SEO/Bird Life gracias a la colaboración de cientos de ornitólogos voluntarios, estima la existencia de no menos de 11.350 territorios, el mayor número de ellos, 2.490, concentrados en Castilla (y León), la tierra de Fernán González.

Para Félix Rodríguez de la Fuente el azor era, de entre todas las criaturas vivientes, “la belleza entera“. Y tenía razón. Bello, eficaz, rápido… y contorsionista. Adaptado como pocos a volar con toda potencia por entre el laberinto de los bosques detrás de las aves que son sus presas principales, es capaz de realizar mil y una cabriolas en el aire con tal de no perder la precisión de su caza. Por pequeño y retorcido que sea el espacio nada le detiene. Puedes verlo en este espectacular vídeo rodado por la BBC (quién si no) para la serie The Animal’s Guide to Britain. Es sin duda el más difícil todavía de ese mayor espectáculo del mundo que llamamos mundo natural.



Referencia: LA Crónica Verde en: http://blogs.20minutos.es/cronicaverde/2011/05/24/el-creador-alado-de-castilla-se-hace-contorsionista/
Autor:  César-Javier Palacios

martes, 18 de enero de 2011

Simplemente Fernán González

Cuantas cosas ha dicho el romance y la leyenda de este conde inquieto y guerrero, paladín de la independencia de Castilla.Es simpático Fernán González. Los castellanos le adoraban como a un patriarca, y nadie podrá negar que en Castilla fue un caudillo celoso y justiciero.Sirvió a las órdenes de Ramiro II de León, pero luego se sublevó contra él, no por ser rey, sino porque a juicio de Fernán González, sojuzgaba la posición castellana de sus mayores que tenían derecho a declararse independiente de León. El caso es que Ramiro II lo derrotó y lo encerró en una prisión. Al enterarse los castellanos de la derrota de su caudillo, la consternación no tuvo límites.

¡Oh el conde, nuestro buen conde
que está cautivo en León!


Y ¿que hicieron?. Construyeron una estatua que representaba al conde, y le rendían homenaje como si fuera su propio señor de carne y hueso. Otro día se nombró una comisión de notables de Burgos y acordaron presentarse a Ramiro para pedir la libertad de Fernán González, y como lo acordaron lo hicieron. Los comisionados marcharon a León y se presentaron al rey.

¿Que queréis? - les preguntó.
La libertad de nuestro señor - le contestaron.
Vuestro señor soy yo.
En Castilla es el conde Fernán González.
El rey Ramiro, admirado del tesón de aquellos castellanos, les entregó al conde.

Libre Fernán González, arremetió contra los moros a quienes les hizo morder en muchas ocasiones el polvo de la derrota.

De todos los condes de Castilla, incluso su padre, Gonzalo Fernández, el más audaz, el más valiente y el más tesonero fue Fernán González. Puede decirse que consagró toda su vida a su tierra castellano. Muchas veces se vio perdido y atribulado, y en otras tantas supo levantarse con vigor creciente y mayor temple de ánimo.

Los castellanos, especialmente los burgaleses, que tienen su estatua en uno de los más bellos monumentos de la ciudad, cuando repasan las gestas pasadas, tienen siempre un recuerdo emocionado para su más altivo conde, hombre que luchó y porfió y sufrió hasta triunfar en su empeño. Así son los castellanos; tenaces valientes, severos, muy amantes de su tierra, por la que son capaces de sufrir los mayores sacrificios.


Tomado de Cien figuras españolas.
Publicado por Jecego (Isidro Jesus Cedrés González)
Fuente: http://ijcedres.blogspot.com/2011/01/fernan-gonzalez.html

jueves, 16 de diciembre de 2010

La Venganza de Fernán González y la dieta de los 40 dias de Sancho I el Craso

Sancho I era el segundo hijo del rey Ramiro II de León y Doña Urraca de Navarra, hija a su vez de la poderosa reina Toda Aznar de Navarra. Sancho I, llamado el Craso, fue rey de León (956-958 y 960-966)

Ramiro II falleció en el año 951, y tras su muerte ascendió al trono su primogénito Ordoño III (951-958), este se había casado muy joven con Urraca de Castilla, hija del intrigante conde de Castilla Fernán González.

El breve reinado de Ordoño fue muy accidentado, por un lado tenia que contener los constantes ataques de las tropas musulmanas y por otro aplacar las revueltas internas. Unas de las mas sonadas fue el intento fallido por parte de su hermano Sancho por hacerse con el trono. A Sancho le apoyó Fernán González, como venganza, al ser su hija Urraca repudiada por Ordoño. No obstante, no fue hasta la temprana muerte de su hermano, cuando Sancho I fue coronado rey de León en el, en el año 956.

El joven rey, era de carácter orgulloso, engreído y poco inteligente, eso, junto a que ya presentaba una obesidad extremada, la cual le impedía andar, montar a caballo, y mucho menos enarbolar las armas para dirigir los combates, provocaba el desprecio de los nobles y la mofa del pueblo. Circunstancia que aprovecho el astuto Fernán González para fomentar el descontento popular y tramar una conspiración, que culminó con la marcha de Sancho para refugiarse en Navarra junto a su abuela Toda.

Como rey de León se nombró a Ordoño IV (958-960), al que llamaban el malo y el jorobado, por tener un carácter débil y ser enfermizo y deforme. Casado con Urraca de Castilla, viuda de Ordoño e hija de Fernán.

Era octogenaria la reina Toda cuando acogío a su nieto, con la idea de restablecerlo en su trono. Para ello puso en marcha un plan, pedir ayuda a su sobrino, el califa de Córdoba Abd-al-Rhamán III, el cual no dudo un momento en cooperar, a cambio de que, tras la vuelta al trono de Sancho, le fuesen entregadas diez fortalezas fronterizas del margen del Duero.

En primer lugar debía devolver a su nieto “la primitiva astucia de la ligereza”, para lo cual el Califa le envió al famoso médico judío Hasday ibn Saprut, quien debería de ocuparse del tratamiento de adelgazamiento, para lo cual viajaron al califato de Córdoba, un viaje lleno de aventuras, tal y como se narra el en libro de Ángeles de Irisarri “El viaje de la reina”.

Hoy en día, el tratamiento que se le impuso al pobre Sancho en la corte de Medinat al-Zahra, es mas una modalidad de tortura que una dieta de adelgazamiento. A Sancho le cosieron la boca, con una pequeña abertura para poder absorber con una pajita los alimentos que se le proporcionaba, que eran solamente líquidos, nada de solidos…..bebía agua de sal, de azahar, menta o toronjil, y cocimientos de verduras, bardana, cola de cerezo, diente de león, miel de enebro o arrope de saúco, todo ello en su justa cantidad para proporcionarle siete comidas al día.

El tratamiento, como es lógico, produjo en el paciente vómitos y diarreas diarias, que a punto estuvieron de acabar con su vida.

Durante el tratamiento y para que pudiese soportar el ayuno casi total, se ordenó que se le atara a la cama y se le aplicasen sedantes, baños de vapor para sudar y masajes para ir tensando la piel.

Una vez perdidas las primeras arrobas, el personal instruido, le ayudaban a caminar tirando de unas cuerdas, mientras el paciente se apoyaba en un andador hecho a medida.

La dieta duro 40 días tras los cuales Sancho había perdido casi la mitad de su peso, con su nueva figura, el rey tenia muchas menos molestias en las rodillas, podía caminar unos cuantos kilómetros diarios e incluso había sido capaz de yacer con una mujer.

Asi de esbelto, Sancho emprendió la recuperación de su trono, con la ayuda de las huestes musulmanas proporcionadas por el califa. En el año 960, recupera el trono, pero incumple la promesa de rendir vasallaje y el impago de los tributos pactados con Adb-al-Rahmán III, al tener conocimiento de la muerte del califa, se considera dispensado de cumplir con sus compromisos.

No fueron muy felices los últimos años de su reinado, por un lado era atacado por Al-Hakam I, hijo del califa, que le recriminaba su actitud, por otro no fue capaz de gestionar sus dominios, por lo que la nobleza y el pueblo estaban descontentos, provocando un levantamiento popular por parte de la nobleza gallega. Sancho I realizó una expedición por tierras gallegas y portuguesas, consiguiendo apaciguar los conflictos. El 16 de noviembre de 966, encontrándose en el monasterio de Lorbán, unos de los nobles gallegos, le regaló una manzana envenenada. El rey enfermó y murió a los tres días en el camino de regreso a León.

Publicado por  isadora
Referencia: http://www.historianecdotas.comoj.com/la-dieta-de-los-40-dias-de-sancho-i-el-craso/

lunes, 22 de noviembre de 2010

¿Me prestas una joya? - La Virgen de las Batallas y Fernán González

Por razones incomprensibles muchos ciudadanos desconocen que el Museo de Burgos es un tesoro de incalculable valor. Un cofre enjoyado en cuyo interior hay piezas prodigiosas que, además, explican la evolución artística del ser humano en esta tierra desde la Prehistoria hasta la actualidad. Recorrerlo es realizar un viaje en el tiempo que une piezas talladas en Atapuerca con las producciones realizadas por los artistas de vanguardia del siglo XX. Una muestra reveladora de la importancia de cuanto se exhibe en este centro lo encontramos en la frecuencia con que son reclamadas algunas de sus obras para ser expuestas en exposiciones puntuales que se organizan anualmente en otras latitudes. Marta Negro, directora en funciones del Museo de Burgos, señala que, entre las más demandadas, están el plato y las cucharas judías de Briviesca, que datan del siglo XIV. Se trata de piezas posiblemente utilizadas en las celebraciones litúrgicas de la pascua hebrea y fueron halladas en lo que fue la aljama de la ciudad burebana. El plato presenta en el reverso el primer punzón de platero conocido de Burgos y la inscripción: Esto pertenece a la aljama de Villena. Estas obras ha sido recientemente expuestas en muestras celebradas en rincones tan dispares como Washington (Estados Unidos), Berlín (Alemania) o Toledo.
Son también con frecuencia solicitados la arqueta de marfil y esmaltes, del siglo XI, origen árabe y procedente del monasterio de Santo Domingo de Silos, y el Frontal de Silos, una de las piezas más sobrecogedoras -por su arrolladora belleza- del Museo de Burgos, si bien se presta en contadas ocasiones por sus especiales características. Data de mediados del siglo XII y es considerado uno de los mejores ejemplos del taller de esmaltes medievales del monasterio silense. Hasta que recaló en el centro museístico formó parte del adorno de la tumba de su fundador.
Procedente del monasterio de Fresdelval y joya escultórica del gótico, es el busto orante de Juan de Padilla, que ha salido de los muros del museo en diversas ocasiones. Hecho en alabastro, la escultura que retrata al paje de la reina Isabel La Católica data del siglo XV y es atribuido al artista castellano Gil de Siloe. No menos reclamada en exposiciones de altos vuelos es la Virgen de las Batallas, esmalte medieval románico (siglo XIII) que perteneció al Monasterio de San Pedro de Arlanza. Durante décadas estuvo en manos de un coleccionsita extranjero, que finalmente lo vendió, permitiendo su regreso y recalando en el Museo de Burgos. La pieza está elaborada con placas de cobre dorado adornadas con esmaltes y aplicaciones de piedras semipreciosas. La leyenda dice que el conde Fernán González la portaba en cada combate, si bien difícilmente pudo ser así toda vez que el fundador de Castilla vivió tres siglos antes de que fuera tallada la pieza.
En lo referente a pintura, el cuadro más veces cedido es el retrato de Fray Alonso de San Vítores, de Juan Rizi, obra maestra de la pintura española del siglo de oro español. Es considerado uno de los mejores retratos del siglo XVII por la elegante pose del retratado, que recuerda «los grandes retratos papales, particularmente el de Inocencio X de Velázquez. Su mirada consigue transmitir la penetración psicológica del prelado, mientras que el fondo muestra una magnífica vista contemporánea de la ciudad de Burgos».

otras piezas. Además de las citadas, otras muchas piezas han sido recientemente prestadas por el Museo de Burgos. Así, para la muestra ‘El mundo de los castillos. Ponferrada: templarios, peregrinos y señores’ salieron rumbo a la ciudad leonesa una pareja de candeleros de esmaltes del taller de Silos; una figura yacente de caballero halconero y la arqueta relicario de Santo Domingo de Silos.
En ‘In Principio erat verbum: El Reino de León y el Beato de Escalada’, que se clausura este mes, han participado un fragmento de Cancel del Monasterio de Valeránicas; una ara de alta mozárabe de la ermita de las Santas Centola y Elena de Siero; un estuche de juegos de una hija de Abd-al-Rahman III y un marfil (siglo x), procedente de los talleres de Medina Azahara. En la exposición ‘Alfonso X’ celebrada en Murcia fueron enviadas la Virgen de las Batallas y el citado estuche de la hija de Abd-al-Rahman. En la exposción ‘Burgos en la Guerra de la Independencia’ pudieron verse granadas, empuñaduras de sable, balas, balines, yesca, hebillas de cinturón y monedas, piezas todas originarias del castillo de Burgos. La Tizona fue solicitada para mostrarse en la Expo de Zaragoza 2008, además de ser la estrella de la famosa exposición ‘El Cid. Del hombre a la leyenda’. En las múltiples exposiciones monográficas que se ha hecho sobre Atapuerca participaron las piezas que antes conservaba el Museo de Burgos y que ahora está depositadas en el Museo de la Evolución Humana.   
R. Pérez Barredo | Burgos
http://www.diariodeburgos.es/noticia.cfm/Vivir/20101121/prestas/joya/34323C6D-B7E1-692A-B5DE9C4E0F653D3C

jueves, 5 de noviembre de 2009

Leyenda de la ermita de Nuestra Señora de los Castellanos en Mota

Sobre la ermita de Nuestra Señora de los Castellanos en Mota del Marqués y su Virgen existe la siguiente leyenda: Persiguiendo el Conde Fernán González y los suyos, (en el s. x), a los restos del ejercito del Califa de Córdoba, llegaron estos a la Mota y allí hizo un alto con su gente. hallando un santuario en ruinas mandó colocar en él el estandarte de Nuestra Señora y ofreció componer a su costa el santuario y mandar hacer una imagen de la Virgen; el pueblo la invocó con el nombre de "castellanos", que era el de la familia del Conde y también el de los naturales de aquel reino.

domingo, 22 de marzo de 2009

Fernán González y la leyenda del Papamoscas

Aquel muñeco que habita en la catedral y representa una figura humana de rostro grotesco y peculiar tocado encierra una apasionante historia. Ubicado en el ventanal izquierdo del primer compartimento de la bóveda de la nave central, según se accede por la puerta de Santa María, el popular y querido Papamoscas significa mucho más que el inexorable transcurrir de las horas. Es un símbolo y, como tal, alberga una leyenda.
Data del siglo XVI, pero fue restaurado en el siglo XVIII. A pesar de ser una figura reconocible, a no pocos burgaleses su indumentaria les ha podido pasar desapercibida. Viste una especie de casaca roja, abotonada por delante, con amplio cuello terminado en puntas y ceñido por un cinturón verde. Con la mano derecha sostiene un papel de música y hace sonar la campana al paso de las horas, mientras abre y cierra la boca. Los cuartos de hora los marca su ayudante, el Martinillo, una figura más pequeña y de cuerpo entero que espera sobre un pequeño balcón entre dos campanas. Con un martillo en cada mano da uno, dos o tres golpes, según sea el cuarto, la media o los tres cuartos.

Se desconoce cómo fue a parar allí aquella figura chusca del Papamoscas, pero su origen seguramente proceda de algún taller de relojeros venecianos. No obstante, los burgaleses se las han ingeniado para crearle una historia (una de tantas), que forma parte de la imaginación popular castellana.

Se dice que fue una obra encargada por el rey Enrique III ‘El Doliente’, quien tenía por costumbre acudir a rezar devotamente todos los días a la seo gótica. Un día sus oraciones se vieron distraídas por la presencia de una hermosa muchacha que entró silenciosamente en el templo y rezó ante la tumba de Fernán González. El rey la siguió al salir hasta verla entrar en una vieja casona y, a lo largo de varios días, la misma escena se repitió sin variaciones. El monarca se sentía demasiado tímido para intentar siquiera entablar una conversación con la misteriosa joven.

Hasta que un día, la desconocida beldad dejó caer un pañuelo al paso del rey. Éste lo recogió devotamente y, acercándose a ella, se lo devolvió en silencio, sin que mediaran palabra en ese encuentro; apenas el esbozo de una dulce sonrisa. Solo, después de desaparecer más allá de la puerta, el rey escuchó un doloroso lamento que se le clavó en la memoria sin poderlo ya desterrar. Lo cierto fue que, a partir de entonces, la muchacha nunca volvió a aparecer por la catedral, a pesar de que el monarca pasó días esperándola y buscándola por los rincones del templo. Cuando trató de saber algo de ella, le confirmaron que en la casa donde le había visto entrar todos los días hacía muchos años no vivía nadie, porque todos sus habitantes fallecieron víctimas de la peste negra.

Deseando retener aquella idílica visión de la joven en su memoria, encargó a un artífice que fabricara un reloj para la catedral. Éste debía reproducir los rasgos de la muchacha en una figura que, además, al sonar las horas, lanzase un gemido como el que él había escuchado y no podía borrar de su recuerdo. Desgraciadamente, el artífice no logró siquiera aproximarse a la belleza que le había descrito el monarca. A la hora de reproducir su lamento solo logró que el muñeco lanzase un graznido, que años después se optó por que desapareciera.

Leyendas entorno a un reloj, un símbolo, del que también las páginas de la literatura universal han dejado constancia. Así, Víctor Hugo o Benito Pérez Galdós lo citan en alguna de sus obras. «No me avergüenzo de decir que jamás, en mis frecuentes visitas, perdí el encanto inocente de ver funcionar el infantil artificio del Papamoscas», escribió el autor de Fortunata y Jacinta.

Web: http://www.diariodeburgos.es/noticia.cfm/Vivir/20090322/leyenda/papamoscas/2B132118-1A64-968D-59149349D5024532

martes, 24 de febrero de 2009

El Vado de Cascajar

Ninguna leyenda sobre San Esteban tiene la difusión de la del Vado del Cascajar. Recogida por primera vez por Alfonso X el Sabio en la Cantiga LXIII (1277), titulada "Cómo Santa María sacou de uergonna a un caualeiro que ouuer´a seer en a lide en Sant´Esteuan de Gromaz (sic), de que non pod´y seer polas suas tres missas que oyú", más tarde pasó a formar parte de la Primera Crónica General que el propio Rey Sabio mandó componer en 1.289. Desde entonces, la leyenda ha sido recogida por numerosos autores hasta nuestros días, con notables variantes y adiciones que han ido añadiéndose a la original.

El Auto Sacramental de Calderón de la Barca, que trata sobre esta leyenda, se ha representado en San Esteban en tres ocasiones en el escenario mágico y grandioso de la escalinata del Rivero, siempre por actores aficionados del pueblo, pero con montajes espectaculares.

Por junio del año 970, murió en Burgos, a los cuarenta años de gobierno, el primer Conde Soberano de Castilla Fernán González, guerrero audaz y afortunado, el más astuto y hábil político de su tiempo.

Sin que pudiera evitarlo Garci Fernández, último hijo y sucesor de Fernán González, en junio del año 975, Galib atacó y taló los campos de San Esteban, rechazando a los cristianos hasta cerca de Langa y volviendo cargado el botín. El 14 de julio de 975 se dio noticia de esta victoria en las dos aljamas de Córdoba y de Azahara.

Tres años después volvió el conde Don Vela, con su hueste, acompañando al ejército de Orduan, lugarteniente del primer ministro de Hixem II, que entró por tierras de Osma y San Esteban, con ímpetu arrollador, hasta que cerca de esta villa le derrotaron por completo, las tropas aliadas del conde Garci Fernández y el rey Don Sancho de Navarra.

Acaso, en esta ocasión, y desde luego, por esta época, pudo tener lugar el esplendente milagro de San Esteban de Gormaz, que como un relámpago en las tinieblas, brilla un momento con glorioso resplandor en el sombrío cuadro del siglo X. Mientras Fernán Antolínez permanece en el templo rogando a Dios y asistiendo al santo Sacrificio de la misa, un mensajero divino, un ángel del cielo toma la figura del piadoso caballero y, esgrimiendo sus brillantes armas, derriba al jefe de los infieles en el paso del Vado de Cascajar.

sábado, 26 de julio de 2008

Santiago Apóstol y Fernán González

La tradición del Matamoros se remonta al reinado de Ramiro I (muerto en 850) que sucedió en el trono de Asturias y León a su tío Alfonso el Casto (muerto en 842). Al fallecer su tío, los moros reclamaron el tributo de las cien doncellas (cincuenta hidalgas y cincuenta plebeyas) que tenían impuesto a los cristianos. Ramiro I que estaba en Bardulia (antiguo nombre de Castilla la Vieja) no quiso entregarles las cien doncellas y se encontró frente a frente con la morisma en Clavijo donde en la víspera de la batalla, según la tradición, se le aparece en sueños el Apóstol Santiago. Santiago le comunica que ha sido designado por Dios como Patrón de las Españas. Santiago anima a Ramiro al combate y le pide que lo invoque. Los cristianos dan batalla al grito de “¡Dios ayuda a Santiago!”, y los moros son vencidos. Aquella gloriosa jornada de las armas cristianas será la fundación de la Orden de Santiago.

En la batalla de Hacinas entre el Conde Fernán González (muerto en 970) y el caudillo moro Almanzor aparece otra vez Santiago, que le dice al conde de Castilla: “¡Ferrando de Castiella, hoy te crece gran bando!”. Las huestes de Fernán González vencen a los moros al grito de “¡Santiago y cierra!” (es la primera vez que se registra el que luego será grito famoso entre los cristianos peninsulares cuando entran en batalla; este grito de guerra viene a significar: Santiago y choquemos contra ellos).

Entre la leyenda y la historia, muchas serán las apariciones de Santiago en la historia bélica de España.



Los antiguos enemigos de su patronazgo guerrero.

Pero pronto se alzarán voces contra su patronato. El pionero será un peregrino helénico, de nombre Ostiano. El suceso será en vísperas de la conquista de Coimbra por el rey de Castilla Fernando I el Grande (muerto en 1065). Ostiano que había culminado su peregrinación a Santiago, escuchó de unos peregrinos comentar esta particular faceta del Apóstol a caballo y blandiendo espada, cosa que parece ser que lo escandalizó. El peregrino recriminó a los otros devotos que pintaran al santo como jinete y espadeador, diciéndoles así: “¡Amigos, no lo llaméis caballero sino pescador!”. Por la noche, según cuenta la tradición repetida en las crónicas medievales, se le apareció en sueños el mismo Señor Santiago que calza espuela, vestido con ropas radiantes y portando en su mano unas llaves. El Apóstol, jovial, no sabemos si grave o socarrón, le dijo: “Ostiano, no dudes de mi caballería, que has de saber que soy caballero de mi Señor Jesucristo, ayudador de los cristianos contra los moros, y te digo más: con estas llaves que tengo en la mano, mañana domingo a hora de tercia, abriré las puertas de Coimbra y se la daré al Rey Don Fernando”. Dicho esto, el Señor Santiago se montó en un caballo -no podía ser sino blanco, como reza el popular dicho-, de los corceles que pastan en los pradizales del cielo, y se fue al galope. Ostiano, el ecuménico e incrédulo escarmentado, comunicó al día siguiente la celestial aparición a las autoridades eclesiásticas. En la hora de tercia los moros de Coimbra sucumbían después de un prolongado asedio y las huestes de Fernando I el Grande entraban en gloria: en la mezquita, convertida en Catedral, fue armado caballero Rodrigo Díaz de Bibar, quien luego sería el Cid Campeador, junto a centenares de caballeros señalados. En Compostela se desconocía aquella buena nueva hasta que días después (en aquellos tiempos las noticias no llegaban tan pronto) los mensajeros refrendaron la revelación de Ostiano.

Los devotos de Santiago Apóstol no sólo tendrían que sufrir el escepticismo de algunos cristianos que negaban que el antiguo pescador de Palestina hubiera sido armado caballero celestial. En el siglo XVII las catedrales de Toledo, Santiago, Tarragona y Braga competían entre sí para alzarse con el Primado. Fue la sede de Toledo la que descargó un serio golpe sobre su rival, la de Santiago de Compostela, al negar la venida del Apóstol con un dudoso documento que se barajó para tal objeto: “Colección de Concilios”.

Siglo XVII: La camarilla del Conde-Duque de Olivares

Cuando en 1622 es canonizada Santa Teresa de Jesús, los defensores de la santa reformadora del Carmelo pretendieron elevar a la mística al título de patrona de España, relegando a Santiago Apóstol a un papel secundario. Esta iniciativa venía enturbiada por los intereses de los grupos de poder hebreos que como conversos pretendían reivindicar a la santa de Ávila, descendiente a su vez de conversos, como Patrona de España. La camarilla del Conde-Duque de Olivares, pariente él mismo de la mística abulense y caballero de la Orden de Calatrava diseñó toda la campaña para despojar a Santiago de su patronicio sobre España. Contra las maquinaciones de los conversos y la camarilla del Conde-Duque levantaría su voz hidalga D. Francisco de Quevedo y Villegas, caballero de la Orden de Santiago, que redactaría un opúsculo en que reivindicaba la legitimidad del patronazgo de Santiago por encima de cualquier otro santo patrocinio más moderno.

Los más modernos enemigos de Santiago

Allá por los 80, el sacerdote P. José María Javierre escribía que ya era hora de: “Convertir al señor Santiago en un ciudadano normal que anda por las calles con su traje bien cortado. Un Santiago dispuesto a trabajar en la oficina y a votar cuando sea necesario”. La intención expresa del P. Javierre era apear a Santiago de su caballo, despojándolo de sus atributos guerreros, sin reparar en que su atrevida pretensión dejaría huérfana a los españoles de uno de los simbólicos más ricos e identitarios de la Historia de España, el legendario Santo que intervenía en las batallas de los reinos cristianos de la Península con sus ángeles gladíferos, un mitologema capaz de movilizar a la Cristiandad hispánica para culminar felizmente la Reconquista.

Creemos que, aunque natural de Huesca, al P. Javierre no le tendrían que ser ajenos los textos de Blas Infante sobre Santiago Matamoros, sobre todo cuando este sacerdote ha coqueteado siempre con el incipiente andalucismo, sobre todo con el que levantaba la cabeza en la Transición.

Durante una visita de Blas Infante a Galicia -corría el año 1929-, y en el marco de un contexto de fraternidad nacionalista galleguista-andalucista, Blas Infante propondrá una sospechosa revisión histórica del mito de Santiago Matamoros. Y algo más que una revisión histórica, nos atrevemos a decir. Así nos lo cuenta el notario de Cantillana:

“Yo pedí a los compañeros de Galicia que, en cuanto España recobrase su libertad [se refiere a la futura II República española en que habían depositado sus esperanzas de emancipación buena parte de los nacionalistas centrífugos de todo el territorio nacional] celebraran una fiesta en la cual, como señal de amor y de reconocimiento de Andalucía, desmontaran a Santiago y le rompiesen la lanza. Así lo llegaron a prometer. ¿Es ya la hora, queridos hermanos de Galicia?” (”Pueblo Andaluz”, 20 de junio de 1931).

El nacionalista gallego Castelao recogía jubiloso la invitación de su colega nacionalista, escribiendo: “O ‘¡Santiago y cierra España!’ da cruzada -mais que española europea- contra os mouros, quer decir que Compostela foi a fonte das enerxías e dos ideaes que mantiveron a ofensiva… nós nada tiñamos que reconquistar porque nada perdéramos” [”El “¡Santiago y cierra España!” de la cruzada -más que española, europea- contra los moros, quiere decir que Compostela fue la fuente de las energías y de los ideales que mantuvieron la ofensiva… nosotros nada teníamos que reconquistar porque nada habíamos perdido” -como podemos comprobar, una postura muy solidaria para con el resto de España sojuzgada bajo la cimitarra sarracena. También cabe preguntarnos qué ideal de Andalucía alentaba Blas Infante cuando propuso la “degradación” militar de Santiago Matamoros; para esas fechas podemos decir que el “padre de la patria andaluza” (¿!?) había postergado el sueño de Tartessos y la Bética hispano-romana como referentes para reivindicar un “hecho diferencial” que hiciera de Andalucía una “nación” legitimada a su auto-determinación. Aquellas remotas Arcadias de la Historia de Andalucía habían cedido, para Blas Infante, ante el embrujo de un Al-Andalus cada vez más magnificado e idealizado; el mismo sueño andalusí que le permitió confraternizar, cuando peregrinó a Marruecos, con la jarcas rifeñas que degollaban soldaditos españoles en el norte de África por aquellos mismos años.]

El brasileño Américo Castro, padre del triculturalismo, escribirá en la misma línea que Blas Infante y Castelao: “Los beneficios bélicos de la acción del Apóstol en los campos de batalla engrandecieron a Castilla, no a Galicia. De ahí la impopularidad que goza entre los intelectuales gallegos [¿se refiere sólo a Castelao?] el mito de Santiago Matamoros”. (Sobre el nombre y el quién de los españoles, Taurus, 1985, pág. 59).

La interpretación sobre la funcionalidad del mito de Santiago Matamoros también tendrá una versión trasatlántica en la obra soterrada de Blas Infante. Según su pedisecuo glosador Manuel Ruiz Romero: “La actuación de Castilla en el denominado Nuevo Continente no puede comprenderse sino como una extensión de su conducta frente a Al-Ándalus nazarí.” En palabras de Blas Infante, todo pueblo conquistado por nuestros antepasados en América contaba con: “…una imagen de un feroz español con una cruz en la mano y una espada en la otra, caballero en un caballo matando hombres”.

En la peculiar y distorsionada visión de la historia de España que tenía D. Blas Infante, los cristianos (que para él eran los siniestros “mesetarios”, para entendernos: “los malos de la película”) habían convertido a Santiago Apóstol en un símbolo peligroso para los intereses musulmanes (nos choca, en serio, que Blas Infante defienda con más tenacidad los presuntos derechos de los musulmanes sobre Andalucía que los propios intereses españoles: ¿era español el Sr. Blas Infante?). Las relaciones de Blas Infante con los galleguistas del grupo de Castelao venían a coincidir como se puso de manifiesto en las visitas que Blas Infante realizara a Galicia. Los nacionalistas galleguistas, como hemos leído más arriba en palabras de Castelao, estaban convencidos de que Castilla había expoliado a Galicia de uno de los “mitos” propios y autóctonos que pudieran haber obrado para su engrandecimiento particularista al margen del destino conjunto de España. Ambas corrientes nacionalistas y centrífugas coinciden en sus rasgos más generales con la interpretación que extraía el pernicioso Américo Castro: “Santiago será convertido en el anti-Mahoma y su santuario en la anti-kaaba” (La realidad histórica de España, Porrúa, México, 1975, pp. 347-348).

El padre escolapio Enrique Iniesta Coullant-Valera (hemos dicho bien, “padre escolapio”, o sea: sacerdote católico, como su amigo el P. José María Javierre), es uno de los compiladores y biógrafos más solventes de Blas Infante. No es de extrañar que ellos dos -Iniesta y Javierre- sepan mejor que nosotros qué es lo que se trama tras las bambalinas cuando algunos sacerdotes católicos piden que se baje a Santiago de su caballo: ¿será para desposeer a España de uno de los símbolos más fecundos de su Historia?

Otras coincidencias curiosas

Después de esta aproximación, y aunque no hemos ahondado en esta línea de investigación, creemos que también puede resultar curioso para el interesado en las corrientes de pensamiento soterrañas que ambos nacionalismos -el galleguista y el andalucista; tan anti-santiaguistas el uno y el otro como Santiago es anti-Mahoma- tuvieran vasos comunicantes con las logias masónicas y con los grupos vinculados a la Internacional de la Sociedad Teosófica. El ocultismo había arraigado entre las personalidades cultas de la Galicia y la Andalucía de principios del siglo XX.

En Galicia: un amplio abanico de “intelectuales” como Manuel Navarro Murillo, Manuel Otero Acevedo, Víctor Said Armesto, Alfredo Rodríguez de Aldao, Javier Pintos Fonseca forman un tupido entramado espiritista y teosófico muy poco filo-santiaguista como podemos suponer. En el año 1911 en Galicia se funda el grupo teosófico “Marco Aurelio” al que estará ligado el mismo Ramón María del Valle-Inclán.

Es en el mismo año de 1911 en que se funda la logia gallega “Marco Aurelio” cuando viene a constituirse en Andalucía la también logia teosófica llamada “Rama Fraternidad”, merced a los oficios del anticuario José Fernández Pintado que se había iniciado con los teósofos catalanes. En enero de 1917 el famoso teósofo Mario Roso de Luna visita Sevilla. En 1918 se fusionan la “Rama Fraternidad” y la “Rama Zanoni” (”Zanoni” es el nombre de una novela ocultista obra del político británico y gran hierofante rosacruciano Sir Eduard Bulwer-Lytton, más conocido por su novela “Los últimos días de Pompeya”). Más tarde en 1919, en la hispalense calle Sierpes, se funda el Centro de Estudios Teosóficos: una serie de conferenciantes amenizarán las sesiones teosóficas: Manuel Brioude Pardo, Jaime Casas Jiménez, Manuel Olmedo Serrano, Guillermo Gómez Gil, Hermenegildo Casas, Rafael Pavón, Federico Blardoni Herrera, Enrique García Cotta, el político Diego Martínez Barrio y el poeta Fernando Villalón Daóiz-Halcón, conde de Miraflores de los Ángeles. Sería interesante que alguien con talento, con tiempo y con recursos tirara de estos hilos que nosotros dejamos aquí. Hemos visto tesis doctorales menos sustanciosas.

La reciente decisión del Cabildo catedralicio sobre el destino de Santiago Matamoros haría las delicias de Castelao, Blas Infante y Américo Castro. Si este trío tan poco sospechoso de amar a España se pudiera felicitar, ya sabemos quienes tenemos que lamentar la torpe medida que recientemente ha adoptado el cabildo catedralicio de Santiago de Compostela: los que salimos perdiendo somos quienes amamos a España, su Tradición y su Historia; los devotos de Santiago Peregrino y Matamoros.

Autor: Manuel Fernández Espinosa
http://www.minutodigital.com/actualidad2/2008/07/25/%C2%A1santiago-y-cierra-espana/


miércoles, 19 de diciembre de 2007

Misterio en la cuna de Castilla

El monasterio de San Pedro de Arlanza es uno de los enclaves mágicos de la región, donde la historia y la leyenda se abrazan a orillas del serpenteante río Arlanza y cuyos ruinosos muros han sido testigos mudos de gestas épicas que dieron lugar al nacimiento de Castilla.

Para llegar al monasterio es necesario coger la carretera que une las localidades burgalesas de Covarrubias y Hortigüela. Al pie de la calzada, en medio de una cerrada curva, aparece de repente, majestuoso, aunque arruinado, el cenobio, justo en medio de un soberbio emplazamiento en los rocosos cañones excavados en la roca por el Arlanza.

Este lugar fue el enclave elegido por el conde Fernán González para que reposaran sus restos, donde estuvieron desde su tránsito hasta el año 1841, época en que fueron trasladados a Covarrubias, emplazamiento donde hoy en día reposan. Imaginamos que en paz, porque cuenta la leyenda que sus restos se agitaban produciendo estruendosos ruidos dentro del sepulcro, cuando estaba por acontecer una batalla decisiva para la suerte de Castilla o España.

Lo sorprendente de esta historia es que en documentos del siglo XVI hay testimonios escritos que así lo avalan. Así por lo menos lo asegura Fray Antonio Yepes, abad benedictino a quien la congregación de San Benito le confió la crónica general de su orden. Y por supuesto en varios capítulos ahonda sobre uno de los monasterios más impresionantes que tuvo la castilla condal. Así recoge que «en ocasiones de grandes jornadas y empresas de armas, cuando ha de haber algún notable suceso en ellas, se oye un gran ruido en la tumba del conde Fernán González como animando a sus sucesores, y a su sangre, para que sigan por el mismo camino por donde él anduvo». Así lo testificaron los monjes benedictinos que poblaron este lugar hasta el 1841, en hechos tan importantes como la batalla de Belgrado (1456), cuando los cristianos vencieron al turco Maometo, o en la memorable Guerra de Granada, en el año 1492.

Sueños de victoria

La historia de la fundación del monasterio se sumerge de lleno en la leyenda, ya que algunos estudiosos aseguran que existió un primer cenobio fundado por el rey godo Recaredo, invocando además aquí el posible lugar de entierro de su emblemático sucesor, el rey Wamba. Otra sorprendente leyenda sitúa la fundación de Castilla en una cacería. Asevera la tradición que un enorme jabalí salió al paso de Fernán González y, que intentando darle caza, el conde perdió todo cuidado, yendo a caer a una cueva donde vivían tres anacoretas, Arsenio, Sylvano y Pelayo.

Éste último profetizó al noble castellano los grandes éxitos que tendría sobre los sarracenos y el logro de conseguir la independencia de Castilla. Cuando el conde volvió a aquel lugar, a dar las gracias, se encontró con que Pelayo había muerto, presentándose esa misma noche en sueños para aconsejarle sobre la disposición de tropas. Fue tal el éxito del conde que en su honor mandó edificar el suntuoso monasterio.

Sus primeros pobladores fueron la multitud de ermitaños que se escondían en las cuevas próximas. Años después llegó a albergar a 180 monjes (año 1200), siendo abad del mismo don Gaudio. Las reliquias de los primeros santos anacoretas estuvieron mucho tiempo en el monasterio hasta que fueron trasladadas a Covarrubias, lugar donde se veneran hoy en día. Claro que no fueron las únicas reliquias importantes que se albergaron en San Pedro de Arlanza .

Así lo recoge Fray Antonio Yepes: «Son tantas las que leí de confesores y mártires, que me pareció cosa prolija referirlas en este lugar, sólo diré de San Pedro y San Pablo, a quien la iglesia está dedicada, y de ellos hay dos reliquias notables: buena parte de un brazo de San Pedro, y un dedo de San Pablo. Hay ocho cuerpos de santos: San Vicente, Santa Sabina y Santa Cristeta, mártires; San Pelayo, San Arsenio y San Sylvano, y el santo abad García y el santo rey Wamba »

Una que particularmente llama la atención es el famoso Lignum Crucis que albergó el monasterio. Así lo describe el fraile benedictino: «hay un trozo grande en esta casa de la cruz en que padeció el Señor, dicen que la envió el papa Juan XI al conde. Está el Lignum Domini engastado en oro, con muy buenas labores, y en forma de la figura de la cruz, que llamamos de ordinario de Caravaca o de Santispíritus».

Reliquias y endemoniados

La sorpresa viene por los hechos que atestigua el clérigo: «Es ceremonia acostumbrada de la Orden de San Benito, en los Viernes Santos y las fiestas de la cruz, adorarla, postrándose todo el convento por el suelo, y en semejantes días son testigos todos los monjes que han hecho aquella ceremonia, que hay en el templo un olor perfectísimo, cual nunca se suele sentir en otras ocasiones. También el santo madero es remedio cierto contra endemoniados, y cuando se temen del hielo y el granizo ».

Otro hecho sorprendente sobre esta reliquia tiene relación con un obispo de Burgos que, ante las dudas que le surgían sobre la autenticidad de la reliquia, decidió arrojarla al fuego, sin que sufriera daño alguno. Es más, por lo visto apagó la lumbre de manera instantánea. Hoy en día se desconoce su posible ubicación.

Existen otras leyendas de las que no ha sido fácil rescatar ninguna crónica, como la que asegura que en un tablero enlosado en el pavimento se desarrollo una extraña partida. Por lo visto un templario se enfrentó a un visitante de galas negras con una sonrisa seductora: el mismo diablo.

Otra leyenda asegura que en la torre circular mejor conservada del monasterio son muchos los que han visto, cuando se oculta el sol, la figura de una fantasmal dama vestida con una túnica blanca. Otras tradiciones hablan de que existieron crímenes entre monjes, extremo que no hemos podido confirmar y de que en las ruinosas paredes del monasterio se hallan símbolos extraños que los estudiosos no han podido determinar aún su posible significado.

En definitiva un enclave mágico, el monasterio de San Pedro de Arlanza, que aún conserva vestigios de todo su esplendor y cuya visita indudablemente merece la pena y que ha sido gravemente expoliado durante siglos. Sus mejores piezas, tanto escultóricas como pictóricas, se encuentran en grandes museos, como el Prado madrileño, el Románico de Cataluña, el Metropolitan de Nueva York, el Arqueológico de Madrid etc

Dicen las malas lenguas que si este emblema de nuestra historia estuviera en otro país o comunidad, sería sin duda todo un símbolo y su estado de conservación rayaría en la excelencia. Que alguien tome nota, por favor...

Autor: ÁNGEL DEL POZO
Web: http://www.nortecastilla.es/20071219/vida/misterio-cuna-castilla-20071219.html

domingo, 26 de agosto de 2007

Leyenda sobre la independencia de Castilla

Un día de caza, Fernán González se presento ante el rey de León montando un caballo de gran belleza llevando un azor igualmente bello para practicar la cetrería. El rey quedó prendado de ambos animales e insistió en comprárselos a Fernán González. Tras el acuerdo, como el rey no llevara el dinero encima, le prometió al castellano que, por cada día que pasara, el rey doblaría el precio acordado. Pasado un tiempo, Fernán González le recordó al rey su deuda. Este hizo cuentas y se dio cuenta que la cantidad que adeudaba al conde era tan astronómica que no podía pagarla. "¿Qué puedo ofrecerte a cambio?", preguntó el rey. "La independencia de Castilla", respondió Fernán González. "

lunes, 16 de julio de 2007

Sobre el origen del monasterio de San Pedro de Arlanza

La leyenda sobre el origen del monasterio de San Pedro de Arlanza, cuenta que estando el conde Fernán González de caceria por unos valles angostados del condado de su padre, cuando un enorme jabalí le salió al paso. Intentando darle caza, el conde perdió todo cuidado, yendo a caer a una cueva donde vivia un santo ermitaño. Este le profetizó un futuro muy brillante, tanto a él como a su familia, viendo como ellos llevarían a Castilla hasta su idenpendencia y hacia un próspero futuro. Una vez se cumplierón la mayoria de los presagios del monje, el conde Fernán González decidió levantar la ermita de San Pelayo, pues asi se llamaba el monje, sobre el lugar que ocupaba la cueva, después magnificó a San Pedro, levantando un monasterio en la vieja ermita.